Vamos, esta tarde al café invito yo, siéntate, suelta al frio viento el velo negro de tu pelo.
Esta tarde quiero regalarte mi silencio, quiero que me obsequies los cristales de tus ojos; por ellos escucho lo que tu miedo no me quiere decir.
En la carta solo hay mis besos de vino amargo, y un café endulzado con tus labios. Vamos aventúrate, quita de tu muñeca apretada el grillete del tiempo, hay una vida aquí abajo en las veredas de mis pies descalzos, sentí como mi mano en tu mejilla hace parir suspiros de fuego a tu alma. Acércate vas a ver morir la tarde en mis ojos, mientras yo beberé del cáliz prohibido que es tu boca.
Sé que es tarde y debes irte; el dueño de tus horas te está esperando, anda y olvida con alevosía que te aventuraste a perder la cabeza por cinco minutos, vete y sin reparos porque esta tarde al café, al silencio y al olvido invito yo.
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